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BALADA DEL BUEN COMPAÑERO

BALADA DEL BUEN COMPAÑERO

¿Perdimos al mejor de los compañeros

por culpa de los sacerdotes y la cruz?

Era partidario de los hombres curtidos,

a bordo de las barcas y en el mar abierto.

Cuando en pandilla vinieron a prender a Nuestro Amigo

su sonrisa era algo digno de ver,

“¡Dejad que esos se marchen antes!" dijo nuestro Buen Compañero,

“o habré de maldeciros”, prosiguió Él.

Y mandó que nos fuésemos entre las altas y atravesadas lanzas

y la burla de su risa libremente sonaba,

“¿Por qué no me prendisteis cuando andaba

solo por la ciudad?” dijo.

Oh, bebimos su “Vigor” en el buen vino tinto

cuando estuvimos la última vez juntos;

no era un cura capón, no, el Buen Compañero,

sino que era un hombre entre los hombres.

Yo lo vi conducir a un centenar de hombres

libres nos desperdigamos nosotros un atado de corderos,

para que ellos tuvieran la elevada y santa casa

por su prenda y tesoro...

No lo van a encontrar a en un libro, supongo,

aunque lo escriban con astucia;

el Buen Compañero no era un ratón de biblioteca,

sino que siempre amó el mar abierto.

Si piensan que han liado a nuestro Buen Compañero,

es que son tontos hasta el último nivel.

“Iré a la fiesta”, dijo el Bueno Compañero,

“aunque tenga que ir al madero de la horca”.

“Me habéis visto sanar a cojos y ciegos,

y despertar a los muertos”, dijo

“ahora veréis algo que todo lo supera:

cómo un hombre valiente muere en un madero.”

El Buen Compañero era un hijo de Dios

que nos mandó ser sus hermanos.

Yo lo he visto intimidar a un millar de hombres

y lo vi en un madero.

Lloró ningún llanto cuando le hincaron los clavos

y su sangre manó abundante y caliente,

los lebreles del cielo carmesí se echaron a ladrar

pero Él nunca dio ni un grito.

Yo lo vi intimidar a un millar de hombres

en las colinas de Galilea,

y lloraban mientras él caminaba tranquilo entre ellos

con sus ojos como el gris del mar,

como un mar que no acepta travesías

con los vientos desatados y libres,

como el mar que intimidó en Genesaret

con las palabras que pronunció de pronto.

Era maestro de hombres aquel Buen Compañero,

un amigo de los vientos y el mar;

si piensan que han matado a nuestro Buen Compañero,

son tontos eternamente.

Yo lo he visto comer del panal de miel

después de que lo clavaran al madero.

Ezra Pound (1885-1972)

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