top of page

Sueño de morir

Recientemente se me ha dado mucho en qué pensar. Ya graduado de la escuela, o por lo menos sin tener que ir más que una vez cada semana, el tiempo parece sobrar, de cierta manera, para dejar que los pensamientos discurran, a veces como aves dispersas, y a veces como una red que lleva a entender algo importante.


Como sea. El fin de semana anterior a éste salimos de viaje a una fiesta a la que fuimos invitados. Los anfitriones fueron el matrimonio que hace unos 9 años le anunció a mi familia el mensaje de Jesús. Fueron ellos quienes oraron por nosotros en los tiempos difíciles cuando mi madre pedía ayuda a Dios; todas palabras que llegaron delante de Dios, quien llegó a traer salvación, y no sólo a ella, sino a toda su casa y aún a sus padres y hermanas, y a la casa de ellas. La labor de este matrimonio agradecemos, y ese tiempo nos sirvió para ello, y también para compartir el evangelio a los que lo necesitan, estudiarlo, y orar unos por otros.


Sinceramente, la vida ha dado mil y un vueltas desde ese día en que la Palabra entró a nuestro hogar. A veces uno cree tener seguro todo, y parece que las cosas seguirán igual por siempre. Pero por mi parte, puedo decir que las cosas suelen resultar completamente diferentes a nuestros planes. Aunque, claro, todo obra para bien para los que aman a Dios, aquellos a los que conforme a Su propósito han sido llamados. No siempre es fácil; podemos quizá ver cómo se quedan a lo lejos lugares, personas, cosas que creíamos tan firmemente tener. Incluso uno mismo se ve cambiar. Sin embargo, puedes ver también, y sobresale, la restitución que Dios da a lo que se perdió, y mucho más.


Desde aquel día, hemos conocido a más personas que comparten nuestra fe, y a otras que no lo hacen. Vives cada día una nueva aventura, si es que se lo permites a Dios. A veces, de rodillas en la intimidad, pasas las mejores horas en el lugar que Jesús comparte contigo, y es que, podemos cometer el grave error de justificar con esas horas, un día, dos, un año, de fría cotidianidad fuera de la comunicación con nuestro Padre. Es evitable, pero no fácil eludirlo.


El domingo fuimos a ver a mi bisabuela, que pide porque yo no sea sacerdote, sino un "laico comprometido", aunque creo que deberíamos decirle que también está en mis planes casarme y tener familia. Ahí resurgió un tema que a varios les hiela todo: la muerte. Como muchas personas mayores lo pueden decir, ella ha perpetuado a algunos amigos, a nietos, a personas que crecieron con ella, a padres, y aún a su marido. Por mi parte, es admirable pasar por todo eso y no llorar cada día de tu vida. No por pensar que no los verás más, y mucho menos que ahora no son nada. Porque son mentiras. Si no por no verlos pronto. Simple angustia que va con mi personalidad "melancólica" según mi última clase de psicología.


Hoy fuimos a visitar a mis abuelos, y el tema inquietante salió a conversación. Un seguro muy económico que cubre todos los gastos funerarios. Trampolín a charlar de visitas al cementerio, recordar a personas que ya no están... simplemente imaginar que en algún área de tierra se encuentran sepultados los cuerpos de personas que alguna vez nacieron, fueron familia, crecieron, hicieron ésto o aquello, y terminaron su ciclo de vida, como todos hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. Pensar en todo ello te hace ver la vida más corta de lo que parece que será para cualquiera en un día más, si es que un día más de vida puede ser considerado como algo común.



"13.Oigan ustedes, los que dicen: «Hoy o mañana viajaremos a esta u otra ciudad y estaremos allí un año, y haremos negocios y ganaremos mucho dinero».

14.Ustedes ni siquiera saben qué va a pasar con su vida el día de mañana, porque ustedes son como vapor que aparece sólo por un momento y después desaparece.

15.Por el contrario, siempre deberían decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello».

16.Pero ahora ustedes se sienten orgullosos y son arrogantes; todo ese orgullo es malo.

17.Si uno sabe hacer el bien y no lo hace, está pecando" Santiago 4:13-17



Todo esto me hace recordar un sueño que tuve, hace no mucho. Estaba en la que parecía ser mi casa, sólo con mis padres y mi abuela. Si todo se veía confuso como en todos los sueños, algo era seguro: yo estaba muriendo. Era como si lo único que todos esperábamos sería mi muerte, predicha como algo inevitable para ese, y sólo ese día. Y sentía que la hora se acercaba. Tal vez los sueños a veces son irreales, sin coherencia, sin nada que dejar; pero éste en especial, era demasiado real dentro de mí: sentía toda la angustia, desesperación, tristeza, enojo, incluso dolor físico que hubiera sentido si fuera completamente real. En serio fue horrible.


Todo empeoró cuando me comenzó a faltar el aire. Me asfixiaba. Algo en el pecho me dejaba inmóvil en mi sala. Era como si compitiera el dolor con el sentimiento fatal de ver a mis padres llorando por mi, sabiendo que yo me iba, y los dejaba, no sólo con una tristeza, sino con un cuerpo con el cual arreglárselas. Como si cada problema que les había dado en vida no fuera suficiente. Les empataba la sensación mientras la vida se me escapaba de las manos por más fuerte que me aferrara a ella, de que había tantas, tantas cosas que no había hecho. No recuerdo haberme arrepentido por algo que hubiera hecho, porque era pasado, más bien de lo que nunca hice, y de lo que se supone que haría después: graduarme de la universidad, tener un trabajo, viajar, amar más, hacer más, enamorarme, tener una familia. Cielos, era demasiado.


Entonces, en medio de esa agonía que mantenía mi mente en este mundo, justo cuando sentía que había llegado el final y cerraba los ojos, me administraban algo que al parecer, me daría un poco más de tiempo. En todo esto, no había ni una sola palabra, sólo lágrimas, y la idea de que todos sabíamos lo único que a mi me arruinaría por ahora, entre eso, que esa sería la última medicina que quedaba para mí, y con ello, los últimos minutos que tendría. No sé si en ese momento quería que estuvieran más personas, pero es desolador saber que no amaste lo suficiente. Que ni siquiera te irías a la tumba. Tú terminabas ahí. Tan tan. Todo lo que alguna vez fuiste... no alcanzaba a desplegarse en un adiós. En menos de un segundo, tantos años, aunque fueran 17, terminarían para siempre, para dejar dolor. "Una metralla", si quieren verlo así.


Hubiera querido que mi tortura nocturna llegara haste este punto. Pero no fue así. Morí, y no en paz, no con esperanza, que era lo peor, no sintiendo el último soplo de vida que un día recibí, irse tranquilamente de mi corazón. No, sino que era una guerra, una batalla que no podía ganar, pero que luchaba ferozmente, sufriendo, sin saber que era lo último que quería sentir: si el dolor de mi cuerpo, o el dolor de mi espíritu; ese aliento que se iba en contra de mi deseo, dejándome sólo, sin aliento, sin vida, sin sueños, sin futuro, sin nada. No me dí cuenta del momento en que cerré los ojos por última vez, o el momento en que exalé, supongo que porque "mi vida" habría terminado antes de eso. Pero ya había sucedido cuando desperté de mi sueño con la misma angustia que me había atormentado no sé cuanto tiempo, pero que había parecido una eternidad. Y si les soy sinceros esa noche, me desperté llorando, con dolor, con los mismos pensamientos. Lo único que había cambiado, era que no moriría, por lo menos sabía que no estaba muriendo. Pero todo lo demás era igual en mi interior. Y no terminó hasta que el mismo llanto endormeció mi tristeza, y llegó el amanecer.


Pienso entonces en Jesús, sabiendo que pasaría por todo el sufrimiento que vivió, sintiendo una peor agonía y dolor... y aún así, queriendo hacerlo, diciéndole al Padre: 'Envíame a mi'. El Creador de la vida, muriendo en una cruz para darnos la vida que perdimos con nuestra desobediencia. No tenía que hacerlo, y lo hizo. Eso es amor.


Recuerdo mi sueño, y vuelve la misma carga a posarse sobre mis hombros, recordándome que ahí está. Diciéndome que no sé en que momento mi vida terminará, que aún puedo perder mi esperanza futura, si no la cuido con todo lo que tengo. Recordandome que sucede lo mismo con todos los habitantes del mundo, con los miles de millones de almas que gimen porque ni si quiera tienen esa esperanza de un Reino en el Cielo. Ni siquiera saben que lo hay. Tengo mi esperanza, mi boleto a la vida eterna por lo que hizo Jesús en la cruz por mí, porque creo en Él. Pero hay quienes no. Y no deseo volver a vivir lo que viví en ese sueño, o más bien, morir una vez más. Y mucho menos quiero, que las personas a las que conozco, amigos y hermanos, familia, compañeros, e incluso los cientos de personas con las que me cruzo en el camino de todos los días, vivan lo que yo creí pasar. No me refiero al dolor físico o a la frustración de morir, sino al hacerlo sin esperanza. Me duele en gran manera, pensar en alguien que amo, aún si no lo conozco, partiendo de aquí, a una eternidad en sufrimiento lejos de Dios.


"Si en el día de la aflicción te desanimas, muy limitada es tu fortaleza.

Rescata a los que van rumbo a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Pues aunque digas, 'yo no lo sabía', ¿no habrá de darse cuenta el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, Él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras."

Proverbios 24:10-12 NVI/RVR60


El cielo es real. El infierno lo es también. Y es verdad que aquellos que no creen en Jesús y no lo han confesado como su Señor y Salvador, aquellos que no le han entregado su vida a Él, están dirigidos al infierno. Hermano! Te clamo a ti como un ruego que salves a los que están en ese camino. Las cifras nos hacen ver que hemos fallado enormemente. Tantas personas muriendo todos los días, y su camino, es de muerte. Por favor, da de gracia lo que de gracia recibiste! Un día alguien te habló del amor de Dios, ahora tu no te quedes con lo que el Padre te dio, porque te dio todo Su amor.


Y si nadie lo ha hecho, hoy lo hago yo. El amor de Dios es infinito, Él quiere que todos disfruten el cielo que Jesús prepara para nosotros. No quiere que nadie muera. Pero nosotros nos alejamos de Dios, con cada error que cometemos, cada vez que rechazamos el mensaje de la cruz. Ese mansaje nos habla de que Dios nos amó primero, antes que nadie. Incluso antes de que existiéramos. Dios pensó en ti y te formó en el vientre de tu madre, y nunca, nunca te ha dejado. A pesar de que los demás te pudieran haber fallado, a pesar de que tú le pudieras haber fallado a Dios infinidad de veces, Él nunca te deja. Así entrego a Su único hijo, Jesús, quien llevó el castigo que merecíamos nosotros: la muerte. Ahora sólo basta creer en ese sacrificio, creer en Jesús, y entregarle tu vida, para pasar a ser hijo de Dios, y tener así una esperanza: la de ser recibido en el Cielo, cuando todo esto termine.


Todo termina, y no sabemos cuándo nuestra vida tendrá su fin aquí. Por eso mejor no dar largas. Este es el momento para que tomes esa decisión. Si quieres hacerlo, puedes repetir esta oración de todo tu corazón:


Padre nuestro, hoy te doy gracias por amarme de la manera en que me has amado

Sé que a pesar de mis fallas Tú no me has dejado de amar

Reconozco todos esos errores que he cometido, y te pido perdón

Creo en que Jesús pagó el precio por mi vida en la cruz

Y hoy le acepto como mi Señor y mi Salvador

Te entrego mi vida y todo lo que soy

Y cuando llegue el momento, sé que estaré listo para ir directo a tus brazos.

En el nombre de Jesús

Amén.


Te felicito si tomaste tu decisión, es la más importante de tu vida, y la mejor que puedes tomar al decir "sí". La Biblia dice que hay fiesta en los cielos porque ahora, eres un hijo de Dios. ¿Qué sigue? Busca un lugar en el que se reúnan personas que compartan esa fe en Jesús, y crece junto con ellos. La vida no siempre es fácil y puede dar muchas vueltas, pero ellos siempre estarán a tu lado.


Bien. Si en este momento o antes ya habías tomado la decisión de entregarle todo a Jesús, hay mucha gente a tu alrededor que no lo ha hecho, y que necesita que tú le hables de esta esperanza que tienen en el Hijo de Dios. No es fácil, pero es lo mejor para ellos. No te rindas, insiste, y ora sin detenerte por ellos.


Porque para eso estamos aquí. Eso nos mandó Jesús a hacer.

 MANIFieSTo: 

 

Mejor Lee tu Biblia, y Vitanima, tienen el único fin de anunciar el mensaje de Jesús.

 

El contenido aquí publicado, que sea tomado de otra fuente, aclara lo mismo en la página correspondiente.

 

La libertad para utilizar los escritos, artículos, videos o cualquier otra clase de medios de este sitio, puede ser concedida a través de una petición escrita por correo, a fin de evitar el uso de contenido ya publicado. 

 RECENT POSTS: 
 SEARCH BY TAGS: 
No hay tags aún.
bottom of page