Valiosas y grandísimas promesas
- 1991works
- 31 dic 2013
- 2 Min. de lectura
Un matrimonio había salido de viaje. El esposo conducía feliz. Había hecho ya trescientos kilómetros sin dejar de mirar de reojo la velocidad que llevaban. De repente la esposa consultó la guía de carreteras y dijo: “Nos hemos perdido”. “¿Y qué?”, replicó el marido. “¡Llevamos una media estupenda!”. Eso es lo que muchos hacen, van por el camino que quieren buscando alcanzar el éxito por sus propios medios (aunque no importe si estos son buenos o malos), creen que están bien, pero deberían recordar que cuando uno no sabe qué debe hacer las cosas no salen como uno espera, como cuando un hombre le pidió a su vecino que le ayudara a mover un sofá que no cabía por la puerta. Uno se fue a un extremo y el otro también, forcejearon un buen rato hasta que quedaron exhaustos, pero el sofá no se movía. “Olvídelo, jamás podremos meter esto” dijo el hombre. El vecino lo miró con extrañeza y le preguntó: “¡Ahh! ¿Se trataba de meterlo?”
Seguramente, al igual que todos, esperas recibir algo bueno, pero si no vives las promesas de Dios, no estás viviendo la vida que Dios tiene para ti. Estás solamente sobreviviendo, estás “bien”, como el matrimonio en la carretera, cuando Dios quiere cumplir sus propósitos y su voluntad en tu vida, pero solamente lo va hacer por Sus promesas. Si no las conoces, o no haces lo que Dios te pide, jamás disfrutarás de los beneficios y bendiciones que buscas. Hay que entender primero que para recibir, debemos hacer, pero ¿Qué puede necesitar Dios de nosotros? ¿Qué le podemos dar? ¿Qué quiere Él recibir de nosotros? Obediencia: Que guardemos Sus palabras y las pongamos por obra (Juan 14:15; Levítico 26:3-12; 1 Pedro 1:14)
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